Y lo inaudito se convirtió en realidad, la esperanza murió y demostró, al fin, que siempre fue un engaño. México y sus radicalismos llegaron al punto de lo ridículo, de la representación idiota de nuestra parafernalia política. Sí, en aquellos tiempos --diría Guillermo Scheridan--, en el reino de los iztapalapeos, se formaron dos tribus: los jesuseos y los bejaranitas.
Mas "el pueblo, diría Rousseau, quiere indefectiblemente su bien, pero no siempre lo comprende (subrayado mío)". Es cierto, y no recuerdo quién lo dijo: "Quien construye con el pueblo, construye con el lodo":