Gracias al franquismo, no sólo el grueso de la intelectualidad española fue exiliada, encarcelada o fusilada, según las complacencias de los mirmidones fascistas, sino que además causó un derrumbe noético (casi) definitivo, hasta nuestros días. En tanto, Latinoamérica se independizó culturalmente, como lo temían los noventaiochos, y forjó autores de grandes derroteros a nivel mundial como Onetti, Borges o García Márquez, por ejemplo. De allá (hasta ahora) no proviene nada sustancioso, y lo único de aparente consolidación es el, por todos conocido, Arturo Pérez Reverte. A mi juicio, este autor es de una calidad "Vips" o en todo caso "Sanborns". No hay quien realmente los tome en serio, como haría notar Guillermo Scheridan (Cfr. Letras libres, El minutario, Guillermo Scheridan, 5 de diciembre).
Pero a lo que vengo... La Real Academia de la Lengua Española ha sufrido estragos por la misma razón histórica. Sus miembros ya son unos viejos apolillados que huelen a naftalina. Y al perder toda autoridad (habiendo pretendido que en el S. XX hablásemos un castellano cervantino) ahora se dedican a añadir palabras sin ton ni son. Aparentemente las mejores contribuciones de México, por ejemplo, serían "güey" y"pedo", y no, por el contrario, la gran gama de aztequismos que han influenciado las lenguas mundiales, entre otras palabras.
Y como fin, amén, he tenido yo que seguir haciendo burla (ya una tradición) de esta academia que, a decir de José de la Colina, "más rae que pule, limpia y esplende". Por ello añado algunas joyas de las que hace gala (subrayado mío), verdaderas galanuras:
c) malo, la. (Cfr. con bueno)
(Del lat. malus).
1. adj. Que carece de la bondad que debe tener según su naturaleza o destino. (...)
Espero que los ejemplos hayan sido lo suficientemente claros para demostrar mi tesis: pudo más María Moliner en su apartada cocina que todo la serie de pseudosabios insatisfechos que claman mejoras salariales.
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